La abuela siempre decía que hay dos formas de ver la vida. Cuando las cosas van mal, es un gran interrogante, y si van bien una gran exclamación. Cuando conoció a Manuel, todo eran exclamaciones: ¡Qué bello es vivir! ¡Estoy enamorada! ¡Qué hermoso día! ¡Viva el amor! ¡Sí, quiero!.............................FELI!CIDAD
Pero ahora, tanto Omar corno ella están sumidos en un profundo interrogante.
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La hescritora sabe que Omar tiene más que motivos para hacerse preguntas sobre su vida. Pero, en su caso, hay una respuesta: la hescritora le necesita. Ella también se las hace porque, al igual que él, se siente muy infeliz. A veces las escribe en un papel, como si fuera el examen de su vida.
¿Por qué Manuel la abandonó? ¿Por qué no tiene derecho a ser feliz como cualquier mujer? ¿Por qué no encuentra ningún hombre que la ame, la llene, la acaricie, la desee y que no la engañe? Aunque no sepa planchar.
La hescritora no sabe las respuestas. La nota de su vida merece un suspenso. Ha oído decir que escribir es una buena terapia, y la hescritora piensa que si eso es cierto, necesitaría llenar tomos y tomos para curarse. Realmente, escribir le supone una gran ayuda. Se desahoga. Pero haciéndolo, también siente una profunda tristeza por Omar. Sabe lo mucho que está sufriendo. Está solo en el mundo. Al menos, ella tiene sus palabras.
Tampoco quiere que Omar piense que su creadora es un ser maligno. La hescritora se considera una buena persona. Y lo quiere ayudar.
La hescritora. Plaza y Janes. Barcelona. 1998..
