
Cuando el jesuita Melchiori Adolfati cayó en manos del Gran Tamerlán, logró salvar la vida gracias a la siguiente estratagema: le dijo que Marco Polo, en su libro, leído en toda Europa, lo había pintado como a un monarca generoso y espléndido, superior al Khan de Persia y al rey de la Horda de Oro e incluso al emperador del Catay, y a su país como un Paraíso terrenal, siendo que en la realidad lo menos que cuenta Marco Polo es que los hombres comparten la mesa y el lecho con las ratas y que el Gran Tamerlán combina la crueldad del tigre, la falsía de la serpiente y la fealdad del grajo.
El Gran Tamerlán, queriendo mostrarse a la altura de aquel lisonjero retrato, no solo le perdonó la vida a Adolfati, sino que también lo colmó de honores y presentes y lo despidió con demostraciones de amistad.
(Alessandro Pocci: Comentarios sobre el libro “De Principat”, de Micer Niccolo Machiavelli. Siena, 1652.)
Orden de matar en Bizancio
De1 libro De corruptione (Sobre la corrupción) de Paulo Diácono, no se conservan sino estas cuatro líneas (cuatro líneas que resumen, quizá, todo el libro, todo lo que el libro habrá buscado demostrar a través de largos razonamientos tediosos):
E1 emperador Teodoro Comneno deseaba deshacerse del estratego Gemistos, pero no atreviéndose causa del valimiento de éste, ordenó secretamente a uno de sus favoritos que ,buscase un asesino para Gemistos, y a tal fin le entregó un puñal envenenado y cien monedas de oro. Un tiempo después, mientras dormía, Teodoro Comneno sintió un agudo dolor en el pecho y despertó. Un eunuco lo estaba apuñalando con aquella arma envenenada. En la otra mano del eunuco, relucía una moneda de oro.
Marco Denevi. Falsificaciones. Eudeba. 1966.