Una antología cuyo criterio de selección responde al título: al libre arbitrio de los gustos del antólogo, sin pretender darle otra unidad interna coomo no fuera el placer o disfrute -sea de tipo intelectual, sensible, sensual, humorístico...- que ha proporcionado al antólogo. No se tendrán en cuenta pergaminos de los autores ni época o región de procedencia. Sólo es, una antología arbitraria...

Si quiere sumar su texto, poema, cuento, fragmento, preferido, puede hacerlo. Envíenos, via mail edicionesaql@yahoo.com.ar–, el mismo, y dentro de lo posible adjunte también, escaneo mediante, la imagen de la tapa de la obra correspondiente. Además de un breve comentario o "justificativo" del porqué de su selección. Justificativo que, nosotros, en el blog, ya dimos en el texto de cabecera del mismo...

3.19.2009

Axolotl / Julio Cortázar

[…]
Llegué a ir todos los días, y de noche los imaginaba inmóviles en la oscuridad, adelantando lentamente una mano que de pronto encontraba la de otro. Acaso sus ojos veían en plena noche, y el día continuaba para ellos indefinidamente. Los ojos de los axolotl no tienen párpados.
Ahora sé que no hubo nada de extraño, que eso tenía que ocurrir. Cada mañana, al indinarme sobre el acuario, el reconocimiento era mayor. Sufrían, cada fibra de mi cuerpo alcanzaba ese sufrimiento amordazado, esa tortura rígida en el fondo del agua. Espiaban algo, un remoto señorío aniquilado, un tiempo de libertad en que el mundo había sido de los axolotl. No era posible que una expresión tan terrible que alcanzaba a vencer la inexpresividad forzada de sus rostros de piedra, no portara un mensaje de dolor, la prueba de esa condena eterna, de ese infierno líquido que padecían. Inútilmente quería probarme que mi propia sensibilidad proyectaba en los axolotl una conciencia inexistente. Ellos y yo sabíamos. Por eso no hubo nada de extraño en lo que ocurrió. Mi cara estaba pegada al vidrio del acuario, mis ojos trataban una vez más de penetrar el misterio de esos ojos de oro sin iris y sin pupila. Veía de muy cerca la cara de un axolotl inmóvil junto al vidrio. Sin transición, sin sorpresa, vi mi cara contra el vidrio, en vez del axolotl vi mi cara contra el vidrio, la vi fuera del acuario, la vi del otro lado del vidrio. Entonces mi cara se apartó y yo comprendí.
Sólo una cosa era extraña: seguir pensando como antes, saber. Darme cuenta de eso fue en el primer momento como el horror del enterrado vivo que despierta a su destino. Afuera, mi cara volvía a acercarse al vidrio, veía mi boca de labios apretados por el esfuerzo de comprender a los axolotl. Yo era un axolotl y sabía ahora instantáneamente que ninguna comprensión era posible. Él estaba fuera del acuario, su pensamiento era un pensamiento fuera del acuario. Conociéndolo, siendo él mismo, yo era un axolotl y estaba en mi mundo. El horror venía –lo supe en el mismo momento– de creerme prisionero en un cuerpo de axolotl, transmigrado a él con mi pensamiento de hombre, enterrado vivo en un axolotl, condenado a moverme lúcidamente entre criaturas insensibles. Pero aquello cesó cuando una pata vino a rozarme la cara, cuando moviéndome apenas de lado vi a un axolotl junto a mí, que me miraba, y supe que también él sabía, sin comunicación posible pero tan claramente. O yo estaba también en él, o todos nosotros pensábamos como un hombre, incapaces de expresión, limitados al resplandor dorado de nuestros ojos que miraban la cara del hombre pegada al acuario.
Él volvió muchas veces, pero viene menos ahora. Pasa semanas sin asomarse. Ayer lo vi, me miró largo rato y se fue bruscamente. Me pareció que no se interesaba tanto por nosotros, que obedecía a una costumbre. Como lo único que hago es pensar, pude pensar mucho en él. Se me ocurre que al principio continuábamos, comunicados, que él se sentía más que nunca unido al misterio que lo obsesionaba. Pero los puentes están cortados entre él y yo, porque lo que era su obsesión es ahora un axolotl, ajeno a su vida de hombre. Creo que al principio yo era capaz de volver en cierro modo a él –ah, sólo en cierto modo– y mantener alerta su deseo de conocemos mejor. Ahora soy definitivamente un axolotl, y si pienso como un hombre es sólo porque todo axolotl piensa como un hombre dentro de su imagen de piedra rosa. Me parece que de todo esto alcancé a comunicarle algo en los primeros días, cuando yo era todavía él. Y en esta soledad final, a la que él ya no vuelve, me consuela pensar que acaso va a escribir sobre nosotros, creyendo imaginar un cuento va a escribir todo esto sobre los axolotl.

Julio Cortázar. Final del juego. Editorial Sudamericana. Buenos Aires. 1974.

No hay comentarios:

Ediciones AqL

Desde 1998, más de 100 libros editados, más 60.000 ejemplares impresos... ¡Qué paradójico! Tantos números para describir a una editorial en la que lo que más importa son las palabras y las personas que están a ambos lados de las mismas... tras ellas: usted, autor y frente a ellas: usted, lector.

edicionesaql@yahoo.com.ar // http://edicionesaql.blogspot.com/ Urugay 39. Villa Martelli. Vicente López. 4709-1909 / 15-6162-1273

Si está pensando en editar, consúltenos...

Archivo del blog

Catálogo

Eventos

Lectores

Seguidores

Datos personales

Mi foto
Vicente López, Buenos Aires, Argentina